No stone unturned no es solo el título de un disco de los Rolling Stones. También lo es de un documentalque se estrena estos días en Gran Bretaña. Hasta debajo de las piedras -su traducción al castellano- es la trágica historia de seis hombres asesinados por un único delito: estar una noche en el pub viendo jugar a su selección nacional.
En circunstancias normales, el 18 de junio de 1994 debería pasar a la historia irlandesa como el día en el que la selección de la República le ganó 1-0 a Italia en un mundial. El lugar, además, apenas era mejorable: el estadio de los Giants de Nueva York. Ambas comunidades, con una presencia imponente en la historia y las calles de la ciudad, convirtieron el día en una fiesta.
Era el primer partido de Estados Unidos'94 y nadie en la isla verde se lo quería perder. The Heights Pub, un bar en el pequeño municipio rural de Loughinisland, 30 kilómetros al sur de Belfast (Irlanda del Norte), estaba lleno dentro de su modesta capacidad: 15 personas seguían allí el Irlanda-Italia entre pintas.
Irlanda ganaba desde el minuto 11 con un gol con el que el veterano Ray Houghton había sorprendido a Gianluca Pagliuca. La segunda parte acababa de empezar cuando dos encapuchados entraron en el bar y vaciaron 60 balas de sus rifles de asalto sobre los presentes.
Seis personas murieron en el acto. Adrian Rogan, Barney Green, Dan McCreanor, Eamon Byrne, Malcolm Jenkinson y Patsy O'Hara tenían entre 34 y 87 años.
Algunos testigos aseguran que escucharon a los asesinos marcharse entre risas.
Menos de dos horas después, la Ulster Volunteer Force reivindicaba la masacre de Loughinisland. La UVF es la organización paramilitar unionista que más ha matado durante el conflicto irlandés. 500 muertes, casi todas de civiles católicos sin vínculos con el republicanismo armado. Para esta banda terrorista, lo sucedido en Loughinisland era un ajuste de cuentas contra quien estaba en un bar frecuentado por católicos.
El partido de la selección irlandesa de esa noche habría actuado como filtro político, según la lógica homicida de los unionistas probritánicos.
Estar en un pub siguiendo a la selección que muchos habitantes de Irlanda del Norte sienten como suya bastaba.
Ninguna de las seis personas acribilladas aquella noche tenía nada que ver con la violencia en la isla.
En No stone unturned, su director Alex Gibney -ganador de un Óscar en 2007 al mejor documental por Taxi to the dark side, la historia de un taxista afgano apaleado hasta la muerte por soldados estadounidenses- deja claro que la paranoia unionista se exacerbó con el éxito futbolístico de la selección irlandesa. Uno de los entrevistados en la cinta es dolorosamente metafórico al respecto cuando dice "la tensión estaba siempre ahí, en la nuca".
Solo dos días antes de la masacre de Loughinisland -donde unas 600 personas, entre protestantes y católicos, habían vivido sin problemas durante décadas-, tres miembros de la UVF habían sido tiroteados en un barrio unionista de Belfast. Lo reivindicó el INLA, el Ejército de Liberación Nacional Irlandés, una escisión de exmiembros del IRA opuestos al alto el fuego de 1972. La venganza del UVF fue en tres fases: al día siguiente mataban a un taxista católico, después a dos civiles protestantes a quien confundieron con católicos y finalmente el atentado del pub de Loughinisland.
Hubo condenas de Juan Pablo II, la reina de Inglaterra o Bill Clinton. Hasta unionistas fueron a visitar al hospital a los heridos. La policía le dijo literalmente a los familiares de los muertos que no dejarían ni una piedra por levantar - no stone unturned- en busca de los asesinos.
No fue tan así. A la mañana siguiente, se había encontrado el coche de los asesinos -algo poco habitual pues normalmente estos, tras cada atentado, eran destruidos- pero la zona de alrededor no había sido rastreada. Poco después, bajo un puente, se encontraron pasamontañas, guantes y uno de los rifles usados en el pub. Se detuvo a 9 personas, pero todas salieron libres de cargos.
La policía acabó destruyendo el coche encontrado y varios documentos originales de la investigación, inexplicablemente. O no tanto. Durante años, el caso fue olvidándose y los familiares dejados de lado. Sus sospechas de que los asesinos de Loughinisland estaban relacionados con las autoridades policiales, o de que incluso eran informantes del ejército británico, fueron creciendo. Hasta el informe del Defensor del Pueblo de hace solo seis años reconoció que, aun sin pruebas, la colusión -pacto ilícito en daño de terceras personas- era un factor plausible en el caso.
Las familias siguen clamando verdad y justicia. Durante la pasada Eurocopa varios de ellos se reunieron en el mismo pub para ver el mismo partido, Irlanda-Italia. Aquella imagen tenía todo el sentido del mundo.